El abogado que acompañaba a Alejandro Santoro era un hombre de una presencia realmente imponente. Alto, de porte elegante y mirada aguda, sus largos años de experiencia se reflejaban en cada gesto calculado y en la seriedad que irradiaba su semblante. Su nombre era Samuel Ferrer, un jurista de renombre, conocido por su habilidad para conseguir inmunidad y exoneración para sus clientes a cambio de confesiones reveladoras y testimonios clave en juicios de alto perfil. Por ser viudo desde hacía varios años, su vida estaba dedicada enteramente a la ley, y su ética inquebrantable le había otorgado tanto respeto como temor en los tribunales. Todos los que habían tenido la oportunidad o el privilegio de trabajar con él podrían asegurar sin temor a equivocarse que era un hombre incansable y apasionado por su labor.
Cuando Samuel Ferrer cruzó el umbral de la majestuosa mansión Villalba acompañado de Alejandro, su mirada se posó de inmediato en Camila Villalba. No pudo evitar notar la distinció