ELENA
La noche cae sobre la ciudad como una manta pesada, oscura, casi húmeda. En la habitación del hospital todo parece más silencioso de lo normal, como si los pasillos estuvieran conteniendo la respiración. Mamá duerme con el rostro más relajado desde que llegó al privado; la habitación es amplia, cálida, nada que ver con el hospital de antes. Damond ha hecho más por nosotras en un mes que mi padre en toda mi vida. Y aun así, hay algo que me inquieta profundamente: el precio.
Mi mente no deja de reproducir la imagen del hombre que cayó cuando Damond disparó. No sé cuál era su intención, pero la forma en que Damond reaccionó… es como si viviera en un mundo donde esas decisiones se toman sin pensar. Y ahora ese mundo me está alcanzando a mí.
Camino hacia la sala de descanso; lo encuentro sentado, apoyado en la ventana, mirando hacia la calle como si pudiera ver a través de los edificios. Su postura es tensa, alerta, demasiado rígida para llamarlo tranquilo. Sé que está furioso, preoc