Capítulo 29

Edward estaba sentado detrás de su escritorio hablando por teléfono con tono desesperado. Había pasado una semana desde que Nora desapareció y la angustia estaba acabando con su juicio.

 —¡Una persona no puede desaparecer así por así! —gritó tembloroso. Había agotado todos los recursos posibles. No sabía qué hacer, las lágrimas recorrían sus mejillas de la impotencia—. Cualquier información por más mínima que sea, por favor, hágamela saber de inmediato —cerró el teléfono y cubrió su rostro con sus manos, mientras suspiraba tratando de recuperar el ritmo regular de su respiración—. ¿Dónde estás, Nora? ¿Dónde? —Su teléfono sonó y él lo respondió con ansias y desesperación. La decepción volvió cuando su secretari

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