El lugar era oscuro y tenebroso. El cielo se alumbró con una pequeña luz y pudo descubrir que había un río. Se acercó lentamente y con gran curiosidad. El brillo de la pequeña luz se reflejaba en el agua y ella se puso de rodillas y miró a través de las cristalinas corrientes.
Un rostro conocido se reflejaba bajo el agua.
—¿Ulises? —Ella preguntó asombrada y él la encaró sonriente.
—Adiós, Leela. —Le pareció escuchar desde la profundidad. Su voz era dulce y tranquila. El cuerpo de Ulises empezó a sumergirse en el agua, hasta que él desapareció de su vista.
—¡Ulises! —Leela despertó con un grito de desesperación. Sudores fríos recorrían su cuerpo y sus manos temblaban sin control.
—¿Estás bien? —Jing pr