Ante la furiosa mirada de Quirino, Juan lo observó fríamente y le dijo: —Si sigues diciendo tonterías, ¡acabarás igual que él!
Quirino tragó saliva, y aunque estaba furioso, se contuvo y no dijo más.
Conocía bien la brutalidad de Juan, y sabía que si lo amenazaba, lo cumpliría sin dudar.
El ambiente en el salón seguía siendo tenso y silencioso. Todos aún estaban impactados por el hecho de que Juan hubiera abofeteado a Benigno tantas veces.
Benigno, con el rostro desfigurado por la furia y el dolor, se levantó tambaleándose. Sus ojos destilaban un odio asesino mientras miraba a Juan: —Chico, en mis más de veinte años de vida, nadie ha osado tratarme de esta manera.
—Bien, muy bien, ¡perfecto!
—¡Vas a morir! —gritó Benigno con un brillo peligroso en los ojos, lanzándose hacia adelante y propinando un puñetazo a Juan. Su dominio de la Fuerza Oculta quedó expuesto en ese momento.
Aunque no tenía intención de revelar su verdadera fuerza, la rabia le nubló el juicio, y su único deseo en ese