Ese hombre originalmente le pertenecía a ella, pero desafortunadamente, ella abandonó a Juan y lo echó.
De lo contrario, hoy Laura, como esposa de Juan, también podría haber disfrutado de esta interminable gloria.
Volteó la cabeza para mirar a David a su lado, solo para ver que David se encogía entre la multitud, temblando como un temeroso ratón que no se atreve a ver la luz.
Ahora Juan es admirado y respetado por todos.
En cambio, David hace el ridículo, resultando insignificante para todos.
La diferencia entre estos dos hombres es realmente abismal.
Finalmente, Diego llevó a Juan ante Marta: —Maestro curandero, ella es Marta, la nieta del señor Díaz.
Él no sabía que Juan y Marta se conocían, simplemente los estaba presentando por cortesía.
Juan tomó una copa de vino tinto y la levantó directo hacia Marta: —Marta, ¿cómo estás?
Marta, con una expresión compleja, levantó su copa sin decir una sola palabra, mirando a Juan con gran asombro, incredulidad y, sobre todo, arrepentimiento.
—Ma