La mujer de blanco permaneció en absoluto silencio, clavando la mirada en Juan. Mientras tanto, el enorme charco de sangre bajo sus pies comenzó a expandirse, y una neblina rojiza se levantó, envolviendo a Juan en una atmósfera densa como si un espeso velo de niebla hubiera descendido en ese momento sobre el lugar.
—¡Juan! ¡No bajes la guardia! —advirtió de repente el hombre que había estado charlando con él durante la cena. Su voz grave y preocupada resonó en el aire—. Esa mujer no es una aparición común, es la famosa Rakshasa sedienta de sangre, la soberana de estas tierras áridas durante decenas de kilómetros.
—Dicen que en vida fue la concubina de un poderoso jefe tribal. Después de ser cruelmente abandonada, no solo la despreciaron, sino que además fue torturada hasta la muerte.
—Tras su muerte, su espíritu lleno de rencor se convirtió en un espectro vengativo, que vaga por este desierto acechando a viajeros solitarios para robar su energía vital y fortalecerse cada día más. Aunqu