Pedir a una chica virgen

El hombre de oriente medio dijo al señor Mainor Lumbi:

—Si no me traes para mañana a la otra joven y que esta no sea una gran mentira, perderás más que ese dinero que te he dado.

Por supuesto Mainor quién su cabeza parecía girar e girar haciendo click encima de los billetes, dijo en son abrumador.

—Yo, por supuesto la traeré aunque sea a rastras. Ella me debe obediencia. —recalcó.

Mientras tanto, el hombre de aspecto tenebroso, cara de malechor sonriera complacido, tenía la bilis muy crecido, dijo:

—Iré a saciarme un poco de ese cuerpo exquisito. —escuchando hablar así de su hija, Mainor dijo:

—Si quieres hacer eso, págame, soy su padre. —frunciendo el ceño lo dijo:

—¿De verdad eres su Padre?, pareces mas bien su proxeneta. —Mainor solo estiró los hombros en señal de valerle un zacatal de miércoles lo que dijera el otro hombre, tan solo dijo:

—Hay que sacarle provecho a todo en esta vida, incluso a los hijos que te han costado un montón.

Una dos horas después, Mainor montó a su hija en el mismo Minivan, la llevó a casa y la volvió a acomodar en la misma bañera, le hizo creer a su hija que ella había pasado casi toda la noche en la bañera, era una clase de mente distorsionada lo de este hombre, pues no tenia conciencia de nada en absoluto.

Amaneciendo el día siguiente, Mica despertó de su largo ensoñación, ella se sintió demasiado adolorida de allá abajo, luciéndose agotada, ella se miró en el espejo, como sentía tantas molestias de su parte íntima, Micaela tomó un espejo de mano y se vislumbró allí abajo, cuando lo hizo vió que estaba enrojecido sus partes nobles.

Micaela se sintió algo extrañada, no sabía porque se sentía tan cansada, se pronto ella llamó a su novio, pero se asustó por ver tantas llamadas perdidas de parte de su novio.

Asustada vió la lista de llamadas, se dió cuenta que no había sido una simple siesta, vió la hora y se dió cuenta que había pasado una noche completa, Micaela se vistió rápido y bajó las gradas, al ver a su padre, ella Chasqueó la lengua, Mainor la miró y se dibujó una sonrisa en sus labios, tan solo estaba pensando que era un muy buen negocio el vender el cuerpo de su hija, pues ahí estaba ella entera y sin sufrir un rasguño y él con los bolsillos llenos.

—¡Papá, es raro verte aquí! —dijo Mica, su padre hizo un bostezo.

—¡Es que estoy esperando a que traigas a tu prima hoy mismo! —Mainor siendo un hombre astuto tenía que venderle la virginidad de una mujer joven al hombre del oriente.

—"¡Papá, es muy temprano! No puedo ir ahora, tengo trabajos que hacer en la universidad."

—Micaela, si no traes a tu prima, te tendré que llevarte a ti. —dijo Mainor.

—¿Cómo, estás loco? —dijo la hija enojada.

—Loco o no, vé y trae a Gabriela conmigo. —ordenó Mainor.

Micaela miró a su padre con rabia y se fue hacia el exterior de la casa, ella le marcó a su prima Gaby en un momento la llamada ya estaba conectada, ella le dijo a Gabriela.

—Gabriela necesito hablar con alguien. —dijo Micaela llorando.

Gabriela sabía que su prima nunca había llorado ni la había buscado para hablar de sus asuntos personales, pero por educación quedó escuchando su emotivo discurso, una vez que acabara, ella le dijo:

—Lo siento, no puedo ir contigo estoy trabajando. —en respuesta a lo que dijera Gabriela, Micaela lloró aún con más ganas.

—Está bien, iré a hablar contigo un rato, pero eso sí, yo no creo saber del tema. No sabría cómo ayudarte. —dijo Gabriela aclarando.

—No te preocupes, solo quería ser escuchada por alguien. —dijo Micaela riéndose de su tonta prima.

Media hora después, Micaela que ya estaba impaciente esperando en la puerta de su casa, vió llegar a Gabriela, en eso ella se puso de pies insistente y echó a lagrimear cómo Magdalena, claro, era su mejor actuación, pues no quería que Gabriela pensara lo contrario.

—¿Que pasa? cuestionó Gabriela ante la conmoción de Micaela.

—Es mi novio Brayan, se está tirando a otra mujer. —ante esta falsa confesión que hiciera Micaela, Gabriela dijo:

—¡Ah, era eso, que bueno que ahora ya lo sabes. —extrañada la chica miró a los ojos de la otra.

—Es mejor que lo sepas, así él no seguirá engañándote. —dijo Gabriela.

—¿Con quien me está engañando? —preguntó en ascuas Micaela.

—Con la nieta de la compañera de cuarto de nuestra abuela, él la llega a dejar, y así es como los veo acaramelados. —explicó Gaby.

Micaela solo quería salir corriendo de ahí, esta era sin duda su primer rompimiento del corazón.

Al final, apareció la mamá de Micaela a ofrecer bebida a Gabriela y a Mica, esto si que era raro para Gabriela, pues ni para pasarle el vaso de agua le había servido su tía postiza.

Y es que así era a como pensara Gabriela, algo mas estaba pasando aquí. Ella no le gustaba ingerír bebidas azucaradas, por lo que aunque le tomó el vaso de bebida, no lo bebió, lo dejó a un lado, y ahora es cuando las cosas se pusieron color de hormiga para Gabriela, pues la señora Leticia volvió a dónde estaba ella y le instó a terminar su bebida.

Ya dándose cuenta de muchos factores, Gabriela optó por decile la verdad.

—Gracias, pero no ingiero azúcar, preferiblemente sería mejor si me das agua. —dijo ella.

La cara de Leticia se había puesto seca, pues no soportaba a la joven, ella mordió los dientes y dijo en un acto de impaciencia.

—De cuando acá te has vuelto tan delicada. —a lo que Gabriela le respondiera sonriendo.

—Desde ahorita mísmo. —al ver su cara retorcerse, Gaby dijo:

—Tia Leticia, ya se que no te agrado, así que no tienes que jugarte a ser amable conmigo. —le recordó a la mujer.

Leticia solo pensó en los billetes de cien dólares que le estuviera dando su esposo Mainor para ir y atender a su sobrina. Al pensar en ello ello fingió una sonrisa que le costaba fingir a cabalidad.

—Como no hija, te aprecio mucho. —dijo, cuando no ella se lo creía.

—¡Basta ya! —dijo Gabriela, y como no ocurrieron las cosas a como había planeado, Mainor salió con un frasco, y un pañuelo blanco, que le vertió el contenido y lo puso en la boca de Gabriela, ésta última sólo alcanzó a ver el rostro a Micaela y la cara maquiavélica que había puesto.

—Todo es una trampa —se dijo en su mente. Ya no podía ni decir o hacer nada más.

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