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Abril, 28.

Lentamente la somnolencia abandona mi cuerpo, mis ojos dejan de pesar y los abro de a poco. Pestañeo un par de veces para acostumbrarme a la nueva claridad que llena la habitación de mi hija. Mi cuerpo está aplastado por el de mis dos acompañantes que duermen de una muy terrible manera.

No me sorprendo en absoluto al ver la cabellera rubia de Damián sobre mi pecho, pues vagamente y sin mucha claridad, recuerdo qué fuí yo misma quién le pidió acostarse a mi lado y aunque no lo hizo de inmediato, estaba muy segura que lo haría, aunque no recuerdo haberlo visto acostarse en la cama y mucho menos sobre mí, de hecho no recuerdo nada más después de pedirle que se acostara junto a mí.

Con un poco de dificultad logro sacar mi adolorido brazo de debajo del cuerpo de la bestia, y después de hacer unos leves movimientos en él, lo estiro hacia la mesita de noche del lado derecho de la cama para tomar mi teléfono, y aunque me cuesta alcanzarlo, finalmente lo tomo entre mis dedos y encie
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