Cada noche que vuelvo a mi casa, es tan tarde que en su balcón las luces están apagadas y no se observa ningún movimiento.
Sé que debería dejar de observarlo a escondidas y decírselo, pero, no sé mucho de él y poder tener acceso a lo que hace, aunque sea por unos minutos, me permite sentirme más segura y confiada.
— Hola, guapo — Lo llamo porque me encanta escuchar su voz ronca, cuando baja algunos decibeles y me susurra al oído. — También te extraño — Cierro los ojos y lo recuerdo aquí, en mi oficina, mientras me hacía gritar de placer sobre este escritorio. Siento las mejillas completamente rojas.
"Ven cuando termines y quédate a desayunar" — Me dice y yo sonrío, por su invitación.
Hasta el momento no hemos logrado tomar el tan anhelado desayuno juntos.
Lila hace un ruido extraño y la miro, ha escrito algo sobre una hoja que puso sobre su pecho.
<Invitalo a la fiesta>
Suspiro