Sin ser capaz de poder seguir escuchando, se gira y sale corriendo de allí antes de que Dylan pudiera llegar a verla. Ella corre sin parar, no haciendo caso a sus pulmones que le pedían a gritos un poco de aire. No deja de correr conforme su cabeza repasa una y otra vez como deslizar las palabras que escuchó decir a Dylan. “Ella ni siquiera sabe quién es su padre”. Esas palabras daban vueltas en su cabeza como un cuchillo girando dentro de una herida haciéndola cada vez más grande y dolorosa. Lágrimas de angustia, dolor, decepción y traición caen a desmedida por esos ojos verdes, provocando que su vista se empañe y así impidiéndole ver su camino. Con brusquedad se limpia las lágrimas con los puños, sin dejar de correr, sin detener por un segundo su escape. Ni siquiera sabía a dónde estaba yendo, solo tenía miedo, mucha rabia y dolor. Quería llegar lo más lejos posible de todos, poner la mayor distancia entre ella y ese chico, el cual, ya no sabía quién era y por qué estaba con ella.
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