—Pero si nunca lo conociste —considera Bonnie—. ¿Cómo es que soñaste con él?
—Es por eso que digo que era bastante raro —responde Aye—. Yo jamás lo había visto, ni siquiera en fotos, sin embargo, en ese sueño yo sabía que él era mi padre, no me pregunten por qué, pero lo sabía, le había dado un rostro, un cuerpo y estoy segura que también un nombre, el cual en este momento no recuerdo. Pero si recuerdo como era.
—¿Cómo era? —pregunta Kansas.
—Alto, no estoy segura de cuanto, yo tenía casi ocho años y, bueno para mí era muy alto y delgado, se notaba que tenía músculos cuando flexionaba sus brazos, pero nada exagerado. Tenía los ojos azules, muy parecidos a los míos en su forma, pero obvio, de otro color; su pelo era negro, tenía un peinado raro, como un jopo peinado hacia atrás con gomina —explica gesticulando con las manos—. Tenía tatuajes —murmura tocándose el cuello con las manos.
— ¿Tatuajes? —preguntan las otras chicas al unísono.
—Sí —les responden—. Tatuajes por la mirada todo e