AURORA SUMMER
Me dolía mucho el vientre, pero el médico dijo que aún no era el momento. Sentí como si mil agujas me estuvieran perforando por dentro mientras cerraba los ojos, intentando ser fuerte. Mi rostro se contraía de dolor mientras me aferraba a las sábanas con fuerza, como si mi vida dependiera de ello.
El olor a antiséptico flotaba en el aire con una mezcla de dulzura y miedo. No veía la hora de ver a mi hijo, pero tenía miedo porque nunca había hecho esto antes.
—Vas a estar bien, todo va a salir bien —dijo mi madre mientras me secaba el sudor del rostro. Hacía más de dos horas que habían comenzado las contracciones y, aun así, dijeron que tenía que esperar.
Estaba muy cansada.
—Duele tanto, mamá —gemí mientras le apretaba la mano con fuerza. A mi izquierda estaba Maju, que me miraba preocupada.
—Lo sé, querida, pero piensa en el lado bueno: verás a tu hijo pronto, ¿está bien? —dijo ella, y yo asentí.
—Es el momento —dijo una de las enfermeras mientras escribía rápidamente a