DOUGLAS WARD
En cuanto supe que estaba despierta, prácticamente salí corriendo de casa y me subí al auto.
Conduje directo al hospital, aferrándome al volante, consumido por la impaciencia.
Cuando estacioné, corrí hacia el interior del edificio. Me detuve frente a la puerta de su habitación, intentando recomponerme antes de llamar.
Abrí la puerta silenciosamente y entré. Todos se giraron hacia mí, pero los únicos ojos que captaron mi atención fueron sus hermosos ojos.
Esos ojos castaños que me han atormentado durante años.
—Hola —saludé, mientras el tal Leandro se inclinaba hacia ella y la besaba en la mejilla antes de salir de la habitación, seguido por la asistente. —Me alegra que estés despierta —dije, sin saber qué más añadir.
—Gracias por salvarme —murmuró ella. No necesitaba agradecerme nada, yo haría cualquier cosa por ella. —¿Por qué hiciste aquello? —preguntó de repente, y fruncí el ceño, confundido.
—Aurora, lo haría todo de nuevo. No puedo verte en problemas y simplemente qu