AURORA SUMMER
CINCO MESES DESPUÉS.
Todo parece aún un sueño. Esperaba despertar de la pesadilla, la pesadilla de ver al hombre que amo casarse con otra mujer. Fue doloroso, pero por mi hijo necesitaba estar bien.
Un hijo que era suyo.
—Por el amor de Dios, ¿cuándo va a estar lista la maldita sopa? —le pregunté a Maju desde la sala. Pobre Maju, ella había sido la mayor víctima de todas mis hormonas del embarazo.
—Solo unos minutos más, perdón, señora Summer —respondió con tono burlón desde la cocina mientras yo me relajaba y frotaba mi barriga.
Maju, mi madre y la enfermera Rita fueron un gran apoyo para mí después de todo lo que pasó.
Cuando quisimos mudarnos a Canadá, pensábamos que Rita no vendría con nosotras, porque en ese momento Maju todavía estaba yendo a terapia para recuperarse, pero ella insistió en venir, lo cual nos dejó muy agradecidas, pues fue una gran ayuda no solo para Maju, sino también para mí. Se volvió parte de nuestra familia.
Inhalé el maravilloso aroma de la so