Montenegro miró a Delia con una expresión seria. Sabía que había revelado más de lo que normalmente hacía, pero también sabía que necesitaba la ayuda de ella. No confiaba en Teresa Vivaldi.

—Sofía es muy valiosa para algunas personas poderosas —explicó finalmente—. No puedo decirte más por ahora, pero confía en mí, Delia. Si me ayudas con esto, haré todo lo posible para asegurarme de que vuelvas con López. Necesito que confíes en mí.

Mientras tanto, López se había quedado pensando en lo que Fenicio le había dicho después de regresar a su casa. ¿Debería realmente llamar a la señora Imelda? Ella había sido la asistente leal de su padre durante mucho tiempo. No le mentiría. Indeciso, se paseaba por su balcón mientras fumaba un cigarro, pero la necesidad de confirmar si su asistente lo había engañado en algo más que ocultar que tiene un hijo y que es madre soltera prevaleció. Decidido, marcó el número de su antigua asistente Imelda, quien respondió de inmediato.

—Vaya, esto sí que es una