5. CONTINUACIÓN
El hombre continuó mirándola lujuriosamente mientras ella avanzaba lentamente por el cuarto oscuro, tratando de discernir si era su jefe o no. La forma de su cuerpo le parecía familiar, pero su comportamiento la hacía insegura. Aunque la máscara que llevaba le brindaba cierta seguridad, ya que su jefe no vería lo avergonzada que se sentía al aparecer ante él vestida así en su lugar de recreación, aún así se sentía vulnerable. Finalmente, llegó donde estaba sentado el hombre.
—Señor… —balbuceó asustada Sofía.
—Shh… —el extraño se puso un dedo en la boca
—S-señor, sólo vine a decirle que… —El miedo se había apoderado de ella, al ver la actitud del extraño.
—Shh… —repitió el gesto el extraño.
El hombre hizo un gesto y se puso de pie mientras ella intentaba hablar sin éxito. Sofía se sintió aterrada cuando él le puso algo en la boca que le impedía hablar. Ella intentó resistirse pero se sintió completamente indefensa ante él. El hombre comenzó a jugar con su largo cabello mientras Sofía intentaba en vano liberarse. Ella negó con la cabeza, tratando de decirle quién era, e incluso intentó quitarse la máscara sin éxito; él le impidió hacerlo. Parecía drogado o poseído, jadeando pesadamente mientras la devoraba con los ojos.
Se sintió humillada y desesperada. Sabía que tenía que hacer todo lo necesario para conservar su trabajo, pero no podía soportar la idea de que la trataran así por mucho más tiempo. Y ni siquiera estaba segura de si el hombre detrás de esa máscara era su jefe. Las lágrimas brotaron de sus ojos, incontrolables. Sintió las ansiosas manos del hombre recorriendo su cuerpo, despojándola de su ropa.
Estaba abrumada por una mezcla de emociones: miedo, desesperanza, desolación e incredulidad. Era su primera vez y no podía creer que estuviera sucediendo en un lugar tan oscuro y lúgubre. A pesar de sus intentos de resistirse, se sentía completamente vulnerable e impotente para evitar lo que estaba sucediendo.
Por más que intentó escapar, el hombre había logrado posicionarse encima de su cuerpo desnudo en la cama, y sin más, apuntó hacia su entrada. Aterrada, intentó cerrar las piernas y su llanto se intensificó. Hizo una pausa y, curioso, bajó una mano, insertó lentamente un dedo y luego la miró con incredulidad. Ella lloró y lloró, haciendo que el extraño poco a poco comenzara a intentar calmarla.
Y eso la llenó de vergüenza; a pesar de la situación en la que se encontraba, no pudo evitar comenzar a disfrutar de todas las nuevas sensaciones que el extraño le estaba haciendo experimentar por primera vez. Sus sollozos se mezclaron con los gemidos que se le escapaban del placer prohibido.
Por un momento, pensó que él la dejaría ir después de hacerle experimentar la sensación más intensa que jamás había imaginado con su lengua en su centro. Pero fue todo lo contrario; parecía poseído por el deseo de ser el primero en poseerla. Él entró en ella lentamente, dejándose deslizar dentro. Ella sintió que estaba perdiendo algo valioso e irreemplazable, y que nunca volvería a ser la misma persona.
La experiencia la dejó con un sentimiento de vacío y desesperación. No sabía cómo podría recuperarse de lo sucedido y se preguntaba si algún día podría volver a ser ella misma. La incredulidad de que algo así pudiera pasarle la abrumaba y se preguntaba cómo había llegado a este punto de su vida. Y lo peor de todo es que no sabía si había sido con su jefe. Porque otro hombre había entrado y se lo había llevado mientras ella lloraba y se marchaba de aquel lugar.
¿Qué iba a hacer ella ahora? Había ido allí para que su jefe no se quedara esperando a alguien que no iba a llegar y había sufrido la peor de las desgracias. Además de eso, estaba segura de que la despedirían cuando volviera a trabajar el lunes. ¿Qué sería de su vida? Se preguntaba cómo sobreviviría sin trabajo, sin hogar y sin nadie en quien confiar. Se sintió completamente sola y desesperada cuando recogió sus cosas y se fue llorando después de que el hombre se fue. ¿Cómo diablos se le había ocurrido ir a un lugar así? ¿Qué sería de su vida ahora?
Sofía nunca en su vida se había sentido tan desorientada y confundida como ahora, mientras caminaba tambaleante por el angosto y oscuro pasillo de aquel tétrico lugar. Se sentía completamente perdida después de la terrible experiencia que acababa de vivir.
Había crecido en un orfanato después de que sus padres murieran cuando ella era pequeña. Nunca fue adoptada y tuvo que soportar el desprecio y la lástima de todos por su apariencia poco agraciada. Usaba unos enormes anteojos que resaltaban su fealdad. Desde muy joven, Sofía decidió volverse útil y valiosa a través de su honradez, integridad y bondad. Con el escaso dinero que ganaba trabajando en el orfanato logró comprarse esos anteojos. Aunque había intentado conseguir otro trabajo, siempre la rechazaban sin considerar nada más que su apariencia.
Finalmente, había logrado un excelente trabajo con un gran salario y vivía en un hermoso apartamento. Por eso no podía entender por qué le había ocurrido esta terrible desgracia Y lo peor, es que se sentía culpable de lo que le había sucedido. ¡Ella sola había venido y entrado! ¿Cómo no salió huyendo al ver el sitio que era? ¿Por qué fue tan ingenua? ¿A quién iba a culpar de lo que había pasado?
Al salir de la habitación se había encontrado con aquella mujer esperándola en el pasillo. Le dijo que volviera por sus cosas. Sofía sabía que tenía que hacer lo posible por escapar de ese espantoso sitio. Debía encontrar la forma de salir adelante después de esto. La mujer la dejó vestirse y le dio un sobre con dinero.
—El cliente quedó más que complacido y te dejó más de lo que acostumbran a pagar —le mostró un abultado sobre, con una amplia sonrisa. — Toma, y esta es mi tarjeta, si quieres puedes venir cada vez que quieras. Me encantaría ayudarte a atrapar a tu jefe. Piénsalo bien, tu vida estaría asegurada. ¿O prefieres que te escoja la clientela yo?