314. LA FELICIDAD ES MUY HERMOSA
La puerta se abrió con una suavidad que contrastaba con la expectación que llenaba el ambiente. El Joven Lord Hanriet asomó la cabeza con una cortesía que le era característica, seguido por el anciano Lord Henry, cuya figura parecía encogerse un poco más con cada día que pasaba, y sus padres Javier y Lady Altagracia, quien había hecho hincapié en ser llamada simplemente por su apellido.
—¿Se puede? —preguntó Hanriet con su voz suave, pero clara, desbordante de la etiqueta aprendida en los pasillos de la nobleza—. ¿Cómo está la mamá más linda de todas?
César, con una sonrisa que ya era habitual en la calidez del ambiente familiar, respondió al cumplido con un tono jocoso.
—Hanriet, que seas nuestro primo, no te da el derecho a elogiar a mi mujer en mi cara cada vez que nos encontremos —replicó, acercándose a él con pasos amigables—. ¿Cómo te sientes?
La preocupación genuina brillaba en sus ojos; la familia era un pilar en tiempos de salud y enfermedad. Le agradaba tener un primo a