311. FELICIDAD
Entre él y la señora Azucena le sirven a todos un plato que se lo comen sentados en la mesa que existe allí ante las miradas atónitas de los sirvientes, que conociendo que son los dueños los miran incrédulos.
—Padre —comienza a hablar Hanriet— yo sé que a lo mejor usted está deseando que yo me cambie mi apellido, pero, ¿puedo mantener el de los Cavendish? Si quiere los invierto, López Cavendish. Lord Henry fue de veras y sigue siendo muy bueno conmigo.
—Hijo, lo único que me interesa es que seas feliz, y si eso te hace sentir bien por mí no hay problemas —dijo Javier atento a que se comiera la crema como si fuera un crío. —Mañana mismo vamos al mejor doctor que exista para que te mire.
—Eso es en Santa Mónica —contestó Hanriet tomando la cucharada de crema que Javier le daba—, ¿no va a quedarse para ver lo de sus propiedades? Y madre creo que debe hacer lo mismo.
—Hijo, mi única prioridad en estos momentos eres tú, que te recuperes, lo demás puede esperar —contestó—. Yavier dijo q