187. LA OBSESIÓN DE TERESA VIVALDI
César y su Sofía siguieron al mayordomo hacia las habitaciones preparadas para ellos, agradecidos por el refugio seguro que les ofrecía el Sir. Mientras caminaban por los pasillos, César no podía dejar de pensar en que la situación era abrumadora, pero al mismo tiempo, se sentía satisfecho del trabajo de Fenicio.
Al llegar a las habitaciones, encontraron un espacio acogedor y confortable. Sofía se desplomó en la cama, exhausta por los eventos recientes, mientras él permanecía de pie junto a la ventana, contemplando el resplandor del fuego a lo lejos de su casa.
El Sir permaneció en el pasillo, observando con preocupación a través de la puerta entreabierta. Sabía que debía actuar rápidamente para proteger a su hijo. Se dirigió hacia donde lo esperaba su amada Elvira, quien miraba por la ventana el resplandor a lo lejos.
—Qué terrible, ¿quién crees que haya atacado a nuestro hijo de esa manera? —preguntó Elvira, estremeciéndose por el miedo que sentía.
—No lo sé, querida, pero lo