157. CONTINUACIÓN
Eran Sir Alexander Cavendish y su inseparable mayordomo, quienes, como cada día, se dirigían a visitar a Elvira. Al ver al extraño, Sir Alexander se detuvo de pronto, como si estuviera frente a una visión o un espectro.
El rostro de Sir Alexander palideció visiblemente y su cuerpo se puso rígido. Parecía reconocer al hombre misterioso. Fenicio observó con atención, intentando descifrar la situación. ¿Quién era este hombre que parecía tener un efecto tan profundo en Sir Alexander?
La tensión era palpable mientras Sir Alexander se acercaba lentamente al extraño. El mayordomo, que parecía igualmente sorprendido, seguía de cerca a su señor, pero mantenía una prudente distancia. Fenicio se quedó en silencio, observando la escena con cautela. No podía dejar de preguntarse cómo esta nueva aparición encajaría en el complicado rompecabezas que estaban intentando resolver.
—¿Lord Henry? —preguntó tímidamente Sir Cavendish—. ¿Estoy en lo correcto?
—¿Y tú eres el pequeño Sir Alexander? —res