Maxim tomó la mano de Valeria para ayudarla a bajar del helicóptero y la llevó a la casa principal. El sonido de las hélices se fue desvaneciendo mientras se alejaban.
—Cuando dijiste que me llevarías a una cita, esto no era lo que tenía en mente —comentó Valeria con una sonrisa y una mirada de asombro.
—Espero no haberte decepcionado. —Maxim la abrazó por detrás mientras miraban hacia el horizonte a través de las puertas de vidrio—. Quería que fuera especial —continuó, dejando un suave beso en la curvatura de su cuello.
—Así que me trajiste a una isla en medio de la nada. Suena más a que estás asegurándote de que no pueda irme —bromeó Valeria.
Maxim percibió la diversión en su voz y decidió seguirle el juego.
—Siempre tan astuta. No te tomó mucho tiempo descubrir mis planes —replicó. La giró en sus brazos y bajó la cabeza para besarla—. Todavía puedes intentar nadar a la costa más cerca —susurró sobre sus labios.
—Nunca fui una buena nadadora.
—Es una verdadera lástima para ti.
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