En algún momento perdido en sus pensamientos la mano del príncipe se había desplazado hacia debajo de la mesa, abierto su pantalón y buscando su miembro. Duro, palpitante y adolorido. Ahora, su boca abierta jadeaba contra la túnica contra ella, aspirando las frescas feromonas de sándalo vainillado que lo aturdían, temblando con el placer que lo recorría tras su mano recorrer todo su miembro, poniendo más presión en su glande, intentando simular lo apretado de aquellas paredes que casi lo habían tragado.
Más no era suficiente. Ahora su solo tacto no dejaba que pudiera correrse como quisiera, no era la misma estimulación y eso lo frustraba. Se enderezó en la silla recostando su espalda y cabeza sobre el respaldar, aun apretando la tela contra su nariz, no podía apartar su rostro de aquella esencia. Su mano se movió más rápido sobre su miembro, el líquido preseminal hacía que fuera más fácil frotarlo. Y aunque su cadera temblaba anticipando el orgasmo no llegaba.
Hasta que parte de la te