Ashary no se podía mover. Su mirada estaba difuminada y sus oídos tenían un leve pitillo. Su cuerpo estaba caliente, palpitante y picaba en varias zonas. Algo que ocurría cada vez que tenía un orgasmo. Era increíble lo dóciles que podían quedar los omegas después de un orgasmo. Y él no era la excepción. Podía ser fuerte, autoritario, arrogante cuando quería, estricto, pero no podía negar su naturaleza ni los comportamientos básicos de esta.
Y ese era el resultado ahora, donde su pecho subía y bajaba, estremecimiento por cada parte de él, con una satisfacción agradable, un calor cómodo detrás de él, y sin ganas de moverse a otro lado, aun cuando sentía algo húmedo sobre la piel cuello y piel siendo lamida sacándolo leves gruñidos de gusto de su garganta.
Ah, el agotamiento lo estaba invadiendo por completo, sin fuerzas para pelear o reprender, que, si lo pensaba, no tenía porque… hacerlo.
Apenas usó lo que quedaba de fuerza para alzar su brazo y tomar de la mejilla a Lyon para acercar