Poco más o menos a esa hora de la todavía recién estrenada mañana, golpean en la casa de Bardo. Él ya está
levantado porque está esperando noticias del Pelado y
piensa que puede ser él, pero se equivoca. Es Nueve. Bardo
se alarma pensando en Sandra.
—¿Qué pasa? —pregunta con una inquietud que se le
dibuja en la mirada.
—Nada, no te asustes. Te venía a avisar solamente.
Acabo de internarla a la Sandra. Está todo bien. Los médicos calculan que en unas horas va a parir. Yo la dejé un
ratito para venir a avisarte. ¿Qué vas a hacer?
Bardo lo mira antes de responder y piensa que ya el
rencor se le murió adentro y que ahora Nueve es apenas
el hombre que eligió su hermana, o tal vez empiece a ser,
nada menos, el hombre que eligió su hermana. Todavía
no lo sabe, pero no tiene urgencia por encontrar la verdad. Ya tendrá tiempo para averiguarlo cuando acabe el día
que está apenas empezando. Ah, tiene que hablarle a ese
muchacho tan parecido a él que se quedó esperando una
respues