48. Estaremos bien.

Él no podía confesar quién era en realidad, pero podía mostrárselo. Podía hacerle sentir, con cada movimiento de su cuerpo, cuánto la había amado y cuánto la amaba todavía, a pesar de estar casado con otra mujer.

Bajó por su cuerpo, acariciando y saboreando sus senos, entreteniéndose en besar uno y luego el otro, succionando sus pezones hasta que estuvieron erectos, disfrutando de los gemidos que lograba arrancarle.

Alexandra se perdió en esas nuevas sensaciones, en las caricias de ese hombre. Sus labios saboreaban esa parte sensible de su cuerpo, haciéndola gemir de placer.

—Por favor, no pares…

No quería pensar, solo dejarse llevar. Además, el dolor de cabeza parecía haber menguado desde el momento en que él se acercó a ella.

—Quiero saborearte entera, Alexandra —murmuró, dejando besos por su piel hasta su vientre. Recordó el miedo que tuvo cuando pensó que ella moriría al dar a luz a su hijo, pero logró salvarla.

Abrió sus piernas y acarició su vulva con dos dedos, observando su re
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