Capítulo 17

Después de ver una película romántica, Alondra y yo nos metimos a la cama tomadas de las manos. -No te vayas a dormir-, le pedí a mi amiga y ella riéndose me dijo, -aquí estaré, bebita-, pero, sin embargo, a los pocos minutos se quedó profundamente dormida. Me molesté.

-Valiente ayuda que me da, ésta mujer-, moví la cabeza aturdida.

No pude dormir. Por más que cerré los ojos, conté ovejas, recordé chistes o inventé una novela de amor, no pude conciliar el sueño. Estaba asustada, en realidad, y seguía pensando que Rudolph sufría mucho extraviado en el limbo. Ésta vez quería enfrentarlo sí o sí.

Cerca de las tres de la mañana tintinearon, al fin, las cucharas. desorbité mis ojos, mi corazón otra vez se encimó en mi busto y comencé a temblar peor que si tuviera terciana. No fue necesario sacudir para despertara Alondra. Ella sintió mis repentinos escalofríos.

-¿Es él?-, parpadeó tratando de empinar sus párpados.

-Sí ¿lo escuchas?-, le pregunté.

Alondra se alzó de la almo
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