Hicimos muchos videos y fotos con los jóvenes que contratamos, haciendo rugir los areneros entre las olas, la arena, saltando lomas y posando con los novedosos vehículos aerodinámicos que eran el furor en todo el litoral. Luego Alondra me dijo que me quedara en tanga y me subiera a uno de esos aparatos.
No debí elegir una tanga tan diminuta. Y es que ni sabía que iba a terminar participando en las tomas. Era una tela tan microscópica que se perdía en mi armoniosa y bien pincelada humanidad, imantando la mirada de todos los hombres y el asombro de las chicas. -No se ha puesto nada-, dijo divertida una rubia de ojos verdes. -Se necesita una lupa para saber el color de su tanga-, le siguió el juguete una pelirroja. Yo estaba más roja que un tomate.
Luego de tomarme un millón de fotos y videos posando con los vehículos, recostada, subida al asiento, tomando el timón, echada, incluso sobre los asientos, hicimos, luego, sin problemas las tomas volando por los aires. Los areneros er