El viento nocturno acariciaba las copas de los árboles con una suavidad engañosa mientras Calia descendía en silencio del lomo de Darren. A unos pasos de distancia, Alastair la observaba con evidente preocupación.
—¿Estás segura de esto, Luna? Podemos entrar contigo —insistió a través del enlace.
Calia negó suavemente con la cabeza, envolviéndose un poco más en la capa para protegerse del frío.
—No. Si Dimitri apoya a Draven y ustedes cruzan conmigo… es probable que no salgan de allí. Conmigo al menos podrían dudar. Podría Aria intervenir si las cosas se complican.
Darren dio un paso adelante, los ojos cargados de inquietud.
—No confiamos en dejarte sola —admitió con sinceridad.
—Y yo no confío en nadie más que ustedes —respondió ella con firmeza, posando una mano en el lomo de cada uno—. Pero si quieren ayudarme de verdad… déjenme hacer esto. Si no regreso en tres días… sabrán qué hacer.
Los betas asintieron con pesar, observando cómo Calia se deslizaba entre los árboles hasta