Capítulo 21
La oscuridad la envolvía, densa y opresiva, como si el mismo aire que respiraba estuviera contaminado con un veneno desconocido. Calia sintió que su cuerpo flotaba entre la nada y el todo, atrapada en un limbo donde el tiempo no existía. Un viento helado la hizo estremecer, y cuando abrió los ojos, se encontró en una vieja granja, el lugar de su infancia, aunque ahora parecía distorsionado.

El aroma de la paja y la madera quemada le invadió la nariz, pero algo más se filtraba en el aire: sangre. Su corazón comenzó a latir con violencia mientras avanzaba por el establo. Pequeñas luces titilaban desde el exterior de la casa principal de donde provenían gritos desgarradores.

Calia se sintió más pequeña, más indefensa. Miró sus manos y, para su horror, no eran las de la mujer que era ahora. Eran las manos de un hombre.

El miedo la paralizó. Recordaba esta escena. Había estado aquí antes. Pero en ese instante, su mente no era la de una niña aterrada escondida en un montón de paja. No.
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