72. Señora Vangelis, es usted brillante.

Bleid fue llevado, junto a un par de inútiles compañeros, al centro de la plaza de ese alejado, pero rico pueblo de Italia. Dónde al parecer todo mundo estaba enterado de lo que ocurriría esa tarde en el centro de la ciudad, excepto el trío de hombres que eran escoltados por Michiel.

—¡Por favor bajen y síganme!— les pidió una vez el auto dónde viajaban llegó a la plaza.

—Solo quiero preguntar por qué teníamos que viajar en auto de la boutique a este lugar, si daba lo mismo caminar— se quejó Bleid quién estaba perdiendo la paciencia, sobre todo al no notar cerca el olor de su luna.

Ravel, se acercó a Gregory para susurrarle a su oído.

— Tenemos que hacer algo, para que Bleid espere paciente lo que sea que tu madre con ayuda de ese hombre esté planeando.

— Es obvio lo que planea, ¿No? No hay más que ver cómo está decorado todo.— murmuró el rubio muy cerca del oído de su novio, obligándose a guardar la compostura y no comérselo allí mismo — ¿Serás mi acompañante en esta boda además del
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