6. Mi nombre es Bleid.

— Soy tuya — aseguró Audrey y ni siquiera sabía por qué decía aquello, tal vez por la excitación del momento, lo que tenía muy claro era que en ese instante así se sentía ella, suya, de ese desconocido que estaba sobre su cuerpo y la hacía sentirse perteneciente a él.

Bleid no pudo estar más que complacido con sus palabras, el escuchar que ella aceptaba que le pertenecía hizo que su instinto, más primitivo, se antepusiera al raciocinio que pudiera quedarle en ese momento-

—Sí, lo eres. Mía…

“Como yo soy tuyo” terminó la frase en su mente, ya que después de decir que era suya, Bleid no pudo más que tomar posesión de esos labios, que con solo tocarlo o verlos moverse hacían que deseara probarlos, perderse en ellos y ni qué decir de sus manos, las cuales terminaron de romperle el vestido a la joven descubriendo su piel lechosa y virginal a su alcance.

Sentirlo sobre ella no hacía más que aumentar la insana necesidad que tenía de sentir su piel contra la de ella, el sexo no era algo que hubiera interesado demasiado a la joven nunca, pero en ese instante se sentía completamente en llamas, completamente deseosa de más.

— ¿Cómo te llamas?— preguntó la joven jadeante mientras rodeaba su cadera con las piernas y lo hacía frotarse contra ella, dándose cuenta de que ni siquiera sabía el nombre de aquel hombre.

—Mi nombre es Bleid…— le respondió deslizando sus manos por sus caderas mientras sus labios recorrían la piel suave y delicada del cuello de la joven, su olor era afrodisiaco, un olor que le encantaba el de fresas con nata con un toque de canela el cual no podía volverlo menos loco y deseoso de ella, aunado al almizcle de sus sexos.

Sus cuerpos parecían encajar a la perfección, sus sexos se frotaban frenéticamente, aun cubiertos por la ropa de ambos.

Un rayo de luna iluminó el cuerpo desnudo de ella justo en el momento en que Bleid se separaba de ella y así poder desvestirse del todo. La belleza de la joven se hizo aún más marcada bajo la luz de la luna, era como si la misma luna estuviera complacida con lo que estaba ocurriendo entre ellos.

Bleid no dudo en volver a cubrir con su cuerpo, ahora desnudo, el de la joven, el cual aún se encontraba cubierto por su ropa interior, pero eso no importaba, porque la mayoría de su piel estaba expuesta para él, para que pudiera besar cada centímetro de esta, y eso hizo, sus labios empezaron a bajar y descubrir cada centímetro de esa blanca piel que parecía enrojecer con tan solo el besarla.

Ella no sabía qué hacer, jamás se había encontrado en una situación como esa, aun así, se dejaba llevar por el instinto, por la naturaleza, por esos labios que despertaban en su cuerpo toda clase de sensaciones.

Se arqueó debajo de él justo en el instante en que esos labios llegaron a su plano vientre, como si lo guiará en el camino al placer, a la saciedad que en ese momento necesitaba. Cómo si lo llevara hasta la perdición de la humedad entre esas piernas que se abrieron para él, invitándolo a que siguiera despertando cada una de las sensaciones que podía descubrir.

Fue beber de ese néctar que se encontraba entre sus piernas para que Bleid estuviera seguro de que pasara lo que pasara se encontraba jodido. Él no podía dar marcha atrás, no habría nadie sobre la tierra que hiciera que él se alejara de ella, ni permitiría que nadie la alejara de su lado.

La única persona que tenía el poder de alejarlo era la misma joven, que en ese momento se encontraba estremeciéndose en su cama, pero al alejarlo, después de esa noche sería cometer un suicidio, el dolor que a ambos les causaría la separación sería insoportable.

Pero eso a Bleid Wolfgang no le importaba, ya lidiaría con lo que fuera que la vida les pusiera enfrente.

La lengua de Wolfgang se abrió paso aún más entre los pliegues virginales de la joven, hasta llegar hasta el centro mismo de su excitación, llevando también uno de sus dedos, comprobando aquello que ya sabía. Su luna era virgen, lo que lo hizo que se controlara un poco, no deseaba, causarle ningún tipo de daño, aunque la bestia en su interior estaba impaciente, apurando al hombre a que se uniera con ella

— Bleid… — la chica llevó una mano hacia abajo y entrelazó los dedos entre las finas hebras de su cabello — Te quiero sobre mí… dentro de mí…

—Me tendrás de esa manera— respondió él alzando su mirada, viendo como su rostro se encontraba rojo a causa del deseo creciendo en su cuerpo.

En ese momento Bleid sintió que se encontraba en presencia de una descendiente directa de la luna misma, ya que la belleza de la joven, era etérea bajo los rayos suaves y plateados de la luz de la luna llena que se colaba por la ventana, como si bendijera esa unión.

Bleid no tuvo oportunidad de resistirse por más tiempo e hizo aquello que la joven le pedía, unirse a ella, sus cuerpos parecían estar hecho a la perfección y no solo eso, sus sexos parecían dos imanes que no tardaron en reclamar aquello que deseaba hacer, fundirse, sus cuerpos se unieron en un firme y profundo embiste que, desgarrando su himen, deteniéndose por un momento tras estar profundamente enterrado en su interior dejando que ella se adaptara a su tamaño y cerciorarse de no hacerle más daño del necesario, a fin de cuentas, él era un poco más grande de lo que lo eran los humanos.

Un fuerte gemido abandonó los labios de la chica, más que un gemido, un grito de dolor y aun así lo atrajo para mantenerlo abrazado contra su cuerpo, lo quería así, dentro de ella, sobre ella, algo le decía que tenerlo lejos sería más doloroso de lo que podría ser aquello.

— Bleid bésame…— pidió jadeante, entregada a él, queriendo sentirlo, sabiendo que él conseguiría que dejara de doler — No dejes de besarme… necesito recordar esto siempre…

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