KAESAR:
Mi corazón dolía solo al imaginar que mi Luna había dejado de existir a manos de mi primo Arteón. Todos estos días, apenas podía mantenerme en pie y sentía el dolor de mi marca, que me decía que ella estaba siendo torturada. Hasta esta mañana, cuando dejé de sentirla y todo dolor desapareció. Ahora, esos aullidos anunciando su muerte hacían que quisiera acabar con todos. Pero no podía hacerlo sin asegurarme de que fuera cierto. Aunque mi manada hubiera desaparecido, la de ella estaba resguardada en ese lugar mágico; debía buscar la manera de hacerlos regresar, se lo debía a mi Luna.
Al escuchar la sugerencia de mi Beta, dejé que Kian tomara el control y la buscamos, llamando a nuestra Luna. No nos respondió, pero sí encontramos el lugar exacto: la cueva de las ceremonias de los brujos. La había visitado con mi madre cuando erKAESAR:Después de colocar la piedra en su lugar, me giré para ver a Otar ante la pregunta que me había hecho. Tenía a Kaela en sus brazos, y su marca brillaba. La tomé sin contestar; todavía no podía separarme de ella. Tenía que despedirme, llorarla hasta que no me quedara una lágrima más, hasta que todo el dolor que sentía se convirtiera en odio, porque sin mi Luna, no tenía nada más que me sostuviera.Avanzamos en silencio, alejándonos cada vez más de los lobos que nos perseguían, hasta llegar a la cueva secreta de mi padre.—La dejaré aquí, Otar, pero déjame acompañar a mi Luna unas noches más. ¿De acuerdo? No te alejes; la estarán buscando por todas partes. Quizás encuentren la entrada al túnel. Por eso, dedícate a bloquear bien esa entrada. La volveremos a utilizar cuando vay
KAESAR:Mis manos temblaban mientras recostaba a Kaela sobre el suelo rocoso. Mi corazón latía acelerado con la esperanza de que fuera eso, ¡tenía que ser eso! Kaela no podía dejarme solo. La necesitaba como el aire para respirar. La luz de las antorchas danzaba sobre su rostro, dándole un aspecto casi etéreo.—Dame el control, Kaesar, y deja que escuche su corazón. Puedo oír si en verdad está viva —me rogó Kian, pero yo no quería esperar.—Para despertarla, tienes que usar nuestra sangre, Kaesar.—La sangre de un Alfa Real puede despertar a otro —susurré, recordando las palabras exactas de Ridel—. Pero tiene que ser en el punto exacto.—En el nuestro, ya que somos pareja y la hemos marcado, tiene que ser en la marca del cuello —me recordó Kian—. Donde la reclamamos como nuestra Luna. Tienes que morder tu mu
KAELA:No podía creer que había sido salvada por Kaesar. Mi alegría era tanta que lo abrazaba una y otra vez con incredulidad, porque sabía que estuve a punto de ser enterrada o masacrada viva si él no hubiera intervenido. Tomé la mano de su Beta, Otar, y miré a los ojos a mi Alfa. Sonreímos en un asentimiento y dijimos el sortilegio que nos trasladó de inmediato al valle, justo donde mi Beta tenía a toda la manada reunida y temerosa de que hubiéramos desaparecido, dejándolos atrapados en una burbuja de tiempo mágica. Mi Beta corrió hacia mí de inmediato.—¿Qué sucedió, mi Luna? ¿Por qué no aparecieron antes? ¿Dónde está mi hijo, Ilán? —preguntó, lleno de temor.—Espera un momento, Rouf. Deja que tome aire y me siente —dije, sintiendo que las fuerzas me fallaban—.
LUNA ARTEMIA:Encerrada en mis aposentos por orden de mi cuñado Rufen, esperaba mi muerte cada día. Había atacado a todos desde dentro; entraba y salía por un túnel que descubrí que utilizaba mi esposo desde sus aposentos para dirigirse a las tierras de los Arteones sin que lo vieran. Siempre dudó de mi familia, y tenía motivos para hacerlo. Hasta que descubrió lo que tanto habíamos tratado de ocultar: Lucila.La habíamos raptado y la mantuvimos oculta con engaños; Kisian la embarazó cuando lo drogamos. Kaesar no salió de mis entrañas, sino de las de ella. La dulce Lucila. Él la descubrió y la rescató, solo para verla morir en sus brazos.Mi padre deseaba a Kaesar para que se casara con una Arteona y le diera muchos lobos Alfas Reales para su servicio. Sin embargo, Kisian le había sellado su Alfa Real, y todos creían
KAESAR:Dejé a Kaela durmiendo acurrucada en el regazo de su nana, que no había querido separarse de ella. A pesar de que todos los demás se habían retirado, mi agudo oído de lobo no dejaba de escuchar sus murmullos e interrogantes. Yo era el Alfa Kaesar; aún sin mi manada, tenía la experiencia que le faltaba a mi Luna, y ahora, al ser su esposo, era el alfa de ellos también. En mi mente ya había decidido quedarme a su lado y unir a las dos manadas si encontraba a los míos esparcidos por los bosques. —Buenas noches —dije, sentándome en una piedra donde estaban todos alrededor de una gran fogata—. ¿Qué quieren saber? Los rostros de todos se iluminaron al girarse hacia mí, y pude ver lo que todos temían preguntar. —No sabemos si Ilán llamó a mi Luna porque la traicionó, o si alguien lo imitó y por eso caímos en la trampa. En realidad, no lo vimos al llegar; todo pasó muy rápido: a mí me atacó un mundo de lobos y a Kaela se la llevó Arteón —conté, viendo cómo susp
KAESAR:Miré a mi Luna, que estaba pálida a mi lado. Fue cuando recordé lo que había vuelto a hacer, trasladarnos sin pensar. Lo mismo que nos había hecho caer en una trampa que por poco nos cuesta la vida. —Tienes que dejar de hacer eso, mi Luna —dije atrayéndola—. Pero gracias, le diste esperanza a los míos. Solo les avisé que estaba vivo, no los llamé; esperarán a que lo haga. —Tu tío también te debe haber escuchado y todos nuestros enemigos, sobre todo los Arteones —dijo ella acariciando mi rostro—. Mañana llamaré al ejército de veteranos. La seguridad de la cabaña contrastaba fuertemente con la inquietud que invadía mi corazón. En el abrazo de Kaela, me reconfortaba. Mi Luna, tenerla a mi lado me brindaba un sosiego que no sabía encontrar en otro lugar. —Sólo hazles saber que vives, pero no saldremos por el mismo lugar que acabamos de hacerlo —sugerí recordando de que el alfa Ridel nunca lo hacía. —Tu papá siempre decía
KAESAR: Porque una marca era solo el principio. La recosté suavemente sobre las pieles que cubrían el suelo de la cabaña, observando cómo el color regresaba gradualmente a sus mejillas. La marca brillaba con intensidad, pulsando al ritmo de nuestros corazones sincronizados. —Mi Luna —susurré contra su piel, trazando un camino de besos desde su cuello hasta su clavícula—. ¿Puedes sentirlo? La energía fluyendo entre nosotros. Kaela asintió, con un destello dorado en sus ojos que revelaba la presencia de Laila. Sus manos se enredaron en mi cabello, atrayéndome más cerca. —Es como fuego líquido —murmuró ella, arqueándose contra mí—. Como si cada célula de mi cuerpo despertara. Kian rugió satisfecho dentro de mí. La conexión entre nosotros se intensificaba con cada caricia, con cada roce. Podía sentir cómo su fuerza vital se regeneraba, alimentándose de nuestra unión. —Déjate llevar —le pedí, deslizando mis manos por sus costados—. Deja que la
ARTEÓN: La ceremonia para ser el alfa de la manada de los Arteones estaba en pleno apogeo cuando sonó la voz de alarma. Todos los lobos se pusieron en alerta. Para Arteón, el futuro alfa, era una interrupción que lo enfureció hasta que oyó el motivo: la Alfa Real estaba viva y había escapado. —¡Eso es imposible! —rugió—. Yo mismo escuché cuándo su corazón se detuvo. Alguien tuvo que robar su cuerpo. ¡Encuéntrenla! Enmudecidos ante el mando de Arteón, los lobos presentes comenzaron a moverse en sincronía, el miedo y la lealtad los guiaban por igual. Los ojos dorados del futuro alfa chispeaban bajo la luna llena, reflejando una mezcla peligrosa de furia y desconcierto. Era imposible, pero un inexplicable nudo en su instinto le gritaba que la situación estaba fuera de su control, y que trascendía incluso sus propias certezas. Los lobos se dispersaron en todas direcciones, olfateando cada rincón del territorio. Arteón sentía la sangre hervir en sus venas. Había planeado todo meti