Tres años después
El sol de la tarde acariciaba el jardín con esa tibieza que solo tienen los días tranquilos. Bajo un árbol de limonero en flor, Clara reía con una copa de vino en la mano, sentada junto a Paula y Martina en una manta rodeada de cojines y platos con restos de pasteles. A lo lejos, se oía la música suave que salía por una de las ventanas abiertas.
Jorgito corría descalzo por el césped, con los rizos revueltos por el viento y un barquito de papel en la mano. A su paso, los perros del vecino ladraban, y las risas infantiles se mezclaban con el murmullo de las hojas.
—¿Sabes? —dijo Clara, mirando a su hijo y luego al cielo—. Jamás imaginé que mi sueño se iba a hacer realidad…
—Y ahora diseñaste la imagen de la pastelería de tu mejor amiga —bromeó Martina, dándole un golpecito con el pie—. Muy de estrella publicitaria.
—Y no sabes lo feliz que me hace —respondió Clara, sonriendo con los ojos—. Pequeñas marcas, sueños reales. Eso quería. Eso quiero.
El aroma a carne asada l