Apenas el auto se detuvo frente a la majestuosa entrada de la mansión, Adrián abrió la puerta sin esperar a que Ethan lo ayudara y salió corriendo con una energía contagiosa. Sus risas rebotaban en las paredes de piedra mientras sus pequeños pies cruzaban el vestíbulo. Donkan, que estaba jugando con bloques en la sala principal, alzó la vista, y al ver a su mejor amigo, soltó un grito de alegría.
—¡Adrián! —exclamó Donkan, dejando caer los bloques de colores que sostenía en sus manos. Corrió hacia él y lo abrazó con fuerza, como si quisiera asegurarse de que su amigo era real y no una ilusión.
—¡Te extrañé mucho! —continuó Donkan, con los ojos brillantes de emoción.
—¡Y yo a ti! —respondió Adrián sin soltar la sonrisa que llevaba desde el parque. Sus mejillas sonrojadas reflejaban la emoción del momento—. Fui al parque con mi mamá. Jugamos, comimos helado y me prometió que pronto vendrá a vivir con nosotros. ¡Los cinco vamos a ser una familia!
Donkan lo miró sin comprender del todo, p