El sol comenzaba a descender lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de un tono naranja cálido que, a pesar de la belleza del momento, no lograba suavizar la tensión palpable entre los protagonistas de este encuentro. Ethan, con la mirada fija en Helena, sentía cómo su corazón latía con fuerza, como si cada golpe del mismo lo acercara más a una decisión que no estaba preparado para tomar, pero que de alguna manera ya había sido decidida por su mente. No importaba cuánto luchara, el poder de las palabras de Helena había dejado una marca, una cicatriz profunda que no sabía si se curaría con el tiempo. La amenaza de perder a Adrián, su hijo, lo quemaba por dentro.
Al alejarse de ella, sin mirar atrás, Ethan sintió el peso de la situación más que nunca. Era como si el aire mismo se hubiese vuelto más denso, y sus piernas, aunque firmes, no lograban avanzar tan rápido como quisiera. La única meta en su mente era acercarse a Adrián, asegurarse de que su hijo estuviera bien, de que no q