Capítulo: "Estrella de la suerte" Ava y Ethan estaban sumidos en el fragor de su cita, mientras el resto de la casa continuaba su curso, aunque a un ritmo mucho más relajado. Adrián y Donkan, con sus cabellos alborotados y su mirada juguetona, tenía otros planes en mente. Mientras Ethan y Ava se sumergían en un mundo de risas y complicidad, su hijo pequeño había decidido hacer algo que, aunque parecía simple, estaba cargado de una profundidad que solo los niños más sensibles podían comprender. Arthur, como siempre, había estado dispuesto a ayudar. El asistente de Ethan, con su característico humor y presencia, había acompañado a Adrián y a Donkan en su misión secreta de comprarle un regalo a Ava. A pesar de su naturaleza juguetona y rebelde, Adrián tenía un corazón lleno de sentimientos genuinos, y aunque era difícil verlo, ese niño sabía cuándo y cómo mostrar su amor. Sabía que Ava se había convertido en algo importante en su vida. Ella lo había cuidado, lo había guiado en sus mo
El eco de las palabras de Arthur aún flotaba en el aire, reverberando como una campana recién golpeada, cuyo sonido se negaba a morir. La frase que había pronunciado se clavó en la atmósfera de la oficina como un cuchillo en madera húmeda, lenta y profundamente. Ethan, con el ceño fruncido y el vaso de whisky olvidado sobre la mesa, se dejó caer pesadamente en el sofá de cuero oscuro, el mismo que lo había acompañado en noches interminables de decisiones y pérdidas. El crujido del cuero protestó ante su peso, como si también estuviera cansado de cargarlo, como si comprendiera el peso que el hombre llevaba en los hombros. Se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas. Sus manos temblorosas se elevaron hasta cubrir su rostro, y aunque no lloraba, su respiración temblaba, y en su pecho se acumulaba un ardor conocido: el de la impotencia. Las sombras en la habitación parecían más densas esa noche, más pesadas, como si los recuerdos se hubieran materializado para escucharlo
El día amaneció con un cielo despejado y una brisa suave que invitaba a salir. Las primeras luces del alba teñían el horizonte de tonos cálidos, y el canto de los pájaros resonaba en el aire fresco de la mañana. Ethan, al mirar por la ventana de su habitación, sintió una renovada energía al contemplar el esplendor del nuevo día. Le había prometido a Adrián una visita a la feria que se instalaba cada año en el parque central de la ciudad. Este evento anual era esperado con ansias por todos los habitantes, ya que transformaba el parque en un mundo de fantasía y diversión.Ava,siempre dispuesta a compartir momentos en familia, sugirió que Donkan, su hermano menor, los acompañara. La idea fue recibida con entusiasmo por todos, especialmente por Adrián, quien veía en Donkan a un compañero de travesuras y aventuras. La relación entre ambos niños era estrecha; compartían una complicidad que se reflejaba en sus constantes risas y juegos.Después de un desayuno abundante y lleno de conversacio
Por la mañana…El aire fresco de la mañana se colaba por la ventana, entrando en la habitación y acariciando las cortinas de lino blanco. La luz dorada del sol se filtraba suavemente, iluminando el rostro de Ethan mientras se sentaba en la cama, con los dedos entrelazados, pensativo. A su lado, Ava dormitaba, su respiración profunda y tranquila. A veces, Ethan se encontraba observándola como si fuera un milagro tenerla a su lado, como si los momentos de dolor y pérdida finalmente hubieran llegado a su fin.Él no podía negarlo, lo sentía cada vez más. Ava había llegado a ser mucho más que una simple pareja; era su ancla, su calma en medio del caos, la fuerza que lo mantenía en pie en los días más oscuros. Pero también había algo que no podía ignorar. Los días recientes lo habían dejado pensativo e inquieto. Su hijo Adrián, con su actitud rebelde y su personalidad traviesa, lo seguía deslumbrando, pero también le preocupaba profundamente cómo todo lo que había ocurrido con su madre Hele
La puerta se cerró con un portazo seco marcando la abrupta partida de Helena. El eco del golpe aún vibraba en las paredes mientras su perfume barato a lavanda y la estela de su furia quedaban suspendidos en el aire, como un recordatorio tangible de la tensión que acababa de estallar.Ethan permaneció inmóvil, con sus ojos de acero clavados en la puerta que Helena había atravesado momentos antes. La intensidad de su mirada parecía capaz de perforar la madera, como si con ello pudiera deshacer el pasado reciente. Su mandíbula estaba tensa, y los músculos de su cuello se marcaban bajo la piel, evidenciando el esfuerzo que hacía por contener la tormenta interna que lo consumía.—No olvides que Adrián no es tu hijo, Ethan —las palabras de Helena aún resonaban en su mente, cada sílaba impregnada de veneno—. Me lo puedo llevar cuando quiera.La amenaza de Helena antes de irse pendía sobre él como una espada de Damocles, y aunque sabía que legalmente tenía pocas opciones, su corazón se negaba
Al llegar al hospital cada paso la acercaba a la habitación 204, donde su madre llevaba días internada. Su estado había empeorado de forma drástica en los últimos días. Los médicos no daban esperanzas, y aunque ella se aferraba a cada segundo a la posibilidad de una mejoría, la realidad la golpeaba como un mazo cada vez que cruzaba esa puerta.Entró lentamente. Su madre yacía en la cama, con el rostro pálido, la piel translúcida como el papel, los labios resecos y los ojos cerrados. Una máscara de oxígeno cubría su rostro. Las manos, antes fuertes y seguras, ahora parecían ramas quebradas, temblorosas, aferradas a la sábana como si quisieran sostenerse a la vida por pura voluntad.Ava tragó saliva con dificultad. Se acercó despacio, como si tuviera miedo de quebrar el frágil hilo de existencia que aún unía a su madre al mundo. Se sentó a su lado, le tomó la mano con ternura y se obligó a sonreír.—Hola, mamá —susurró—. Estoy aquí.Su madre abrió los ojos lentamente. Le costaba enfocar
El sonido de la lluvia golpeando suavemente el parabrisas era el único que acompañaba el suspiro entrecortado de Ava. Había conducido sin pensar, sin un rumbo claro, sin saber si sus lágrimas eran por su madre, por la humillación de Helena o por la devastadora posibilidad de que su mundo estuviera a punto de colapsar. Al llegar a la casa de Ethan, el lugar que hasta hacía unos minutos aún consideraba su refugio, no se atrevió a bajar del auto.Allí sentada, mirando la puerta principal como si de un tribunal se tratase, Ava no podía moverse. Su pecho dolía. El aire parecía cortarse a cada segundo, y la pregunta retumbaba en su cabeza como un martillo: ¿y si todo lo que dijo Helena era verdad?No quería ser la amante. No quería ser la sombra de nadie. Mucho menos de una mujer como Helena. Ella amaba a Ethan, lo amaba con el alma entera, con cada herida que había sanado por él, con cada risa que le había regalado. Y ahora... ¿qué era ella? ¿Un escape? ¿Una ilusión pasajera?La lluvia arr
La noche había caído con una tristeza densa y persistente, de esas que se sienten en los huesos, que se cuelan por las rendijas del alma y dejan una marca invisible. La casa de Ethan estaba sumida en un silencio inquietante, un mutismo que no traía paz, sino una tensión palpable que impregnaba cada rincón. El aire era pesado, como si las paredes mismas contuvieran la respiración, esperando a que alguien dijera algo que aliviara la opresión que flotaba en el ambiente.Adrián, desde su habitación, había escuchado fragmentos de la discusión entre Ethan y Ava. Las voces elevadas, las palabras entrecortadas y los silencios abruptos se filtraban a través de las paredes, creando un mosaico de emociones que el niño no lograba comprender del todo, pero que intuía lo suficiente como para que el miedo comenzara a enroscarse en su pequeño corazón. La voz quebrada de Ava, la frustración en las palabras de su padre, los silencios prolongados, los portazos, todo formaba un paisaje emocional que le r