Narra Chloë
El humo sagrado todavía flotaba entre los árboles cuando el viento cambió.
Y con él, todo.
Los cánticos cesaron, los lobos detuvieron sus aullidos como si algo hubiera arrancado el sonido de sus gargantas. Un silencio extraño cayó sobre el bosque, uno tan espeso que incluso el crujido de las hojas parecía una blasfemia.
El círculo de protección aún ardía en el suelo, pero algo había atravesado sus límites. Algo que no debería haber podido entrar.
La figura de agua que se había formado sobre el lago... se había desvanecido tan rápido como apareció, pero el daño estaba hecho.
Y todos lo sabían.
—¡Terminen el ritual! ¡Ciérrenlo ahora! —gritó Darion, con la túnica rasgada y una herida abierta en el pecho.
—¡Ya no sirve! ¡El velo fue tocado! —respondió uno de los ancianos, temblando.
Mi madre me sostuvo por el brazo. Me miró a los ojos y lo vi con claridad.
Tenía miedo. De verdad.
—Vamos a casa —dijo.
Pero mientras descendíamos por la colina, los árboles comenzaron a sangrar.
L