47. Soy yo, Irina…

Irina yacía inmóvil en la silla, con los ojos vendados y las manos atadas a la espalda. El rugido del caos resonaba fuera de la habitación, gritos y sonidos de pelea, intensificaban su ansiedad. La voz de Amir, áspera y tensa, se escuchó al otro lado de la puerta, confirmando lo que temía él era quien estaba fuera.

Un escalofrío recorrió su cuerpo al escuchar disparos. Varias lágrimas brotaron de sus ojos mientras un único pensamiento la atormentaba: que el muerto no fuera él.

La puerta se abrió de golpe, y el corazón de Irina galopó como un caballo salvaje. Sentía que iba a estallar en su pecho. Un ataque de pánico la invadió. Forcejeó contra las cuerdas que la ataban, desesperada por quitarse la venda y confirmar que Amir estaba a salvo. La idea de un mundo sin él se le hacía tan insoportable que prefería morir que seguir viviendo si él ya no estaba.

Intentó hablar, pero la mordaza le impedía emitir sonido alguno. Sus esfuerzos por liberarse se intensificaron.

—Soy yo, Irina…

Su voz
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