C45: Luz en ruinas.
Hablar con su hermano siempre le brindaba a Rowan una claridad que, por momentos, le era esquiva incluso en su propia introspección. Se levantó de su silla lentamente, cruzó la habitación con las manos en los bolsillos, y se detuvo frente a la pared del fondo de su oficina. Allí colgaba un cuadro que no había dejado de llamarle la atención desde el primer día en que lo vio.
Era una pintura que había adquirido medio mes atrás, en una galería discreta pero selecta, donde las obras no llevaban nombres rimbombantes ni etiquetas doradas, pero sí alma. Aquel cuadro se titulaba Luz en ruinas. Y ahora, mientras lo observaba detenidamente, Rowan comprendía por qué lo había comprado. No solo por su técnica, ni por la impresión que causaba a primera vista, sino por lo que evocaba, por lo que representaba sin necesidad de palabras.
La escena retrataba una iglesia devastada por el tiempo y, tal vez, por la guerra. Sus muros resquebrajados y la cúpula derrumbada dejaban expuesto un cielo grisáceo.