Urso preguntó: —¿Qué quieres tomar, Srta. Díaz? ¿Quieres leche también?
Elena solo estaba bromeando, ¡no quería beber leche!
Mostró los dientes y sonrió.
—Solo me gusta el café.
Omar, a su lado, no pudo evitar reírse.
—La Srta. Díaz está molesta por tu trato especial a Lorena. Srta. Díaz, ¿te gusta Urso?
A Elena se le escapó un bocado de café y casi se atraganta, tosiendo violentamente.
—¡De qué estás hablando!
«¿Cómo podía gustarme Urso?»
A ella le gustaban los fuertes, ¡nunca lo cambiaba!
Pero Elena pensó y volvió a mirar a Urso con una sonrisa.
—No es raro que le gusten a profesor Urso, si no me gusta él, ¿acaso me gustas tú?
Urso sonrió levemente y habló: —Srta. Díaz, te gusta bromear, pero si hay alguno aquí que te guste, te lo podré presentar.
Elena enarcó una ceja, —¿Y si me gustas?
Urso arrugó ligeramente la nariz, miró a Lorena y luego bajó la cabeza sin decir nada, con cara un poco rara.
Su silencio hizo que Elena persiguió, —Profesor Urso, ¿por qué no has dicho nada?
—Estoy