Lorena se estremeció incontrolablemente al escuchar el silbido del pánico y el de los disparos justo en sus oídos.
Realmente no podía entender este tipo de vida en las Américas.
Urso la mantenía en sus brazos, sin mostrar siquiera su rostro, y la arrastró con facilidad.
—Sube. —su voz era urgente.
Lorena no dudó, mirando el familiar e inconfundible Lincoln que tenía delante.
Sin inmutarse, subió al coche secamente.
Cuando Urso entró y cerró la puerta, el coche arrancó de inmediato.
Las balas perdidas golpearon la carrocería y surgió una sensación de ilusión y paz.
Era como dormir en una cama grande en una noche en la que llovía a cántaros, el contraste era tan hipnotizador.
Ajustó la respiración y de repente se le ocurrió algo.
Inmediatamente fue a tirar del brazo de Urso.
—Baja y ponte a salvo.
Urso la miraba fijamente.
—Este coche es a prueba de balas.
Lorena se sobresaltó y exhaló un lento suspiro de alivio.
«No es extraño.»
Había sentido el impacto de la carrocería muchas veces, pe