Lorena habló débilmente:
—Como un perro moviendo la cola.
Se tiró de la comisura de los labios, levantó los ojos hacia Polo e hizo un gesto con la mano:
—Señor Ruiz, adiós.
Ignoró la rígida sonrisa de Alberto y directamente cerró la puerta.
El conductor se apresuró a arrancar el coche.
Polo sonrió fríamente detrás de él, miró a Alberto y sacudió la cabeza, luego se dio la vuelta con elegancia.
Alberto dio un suspiro y al instante sintió que había perdido el partido.
Polo tenía medidas.
¡Juan no sería capaz de ser su rival!
Sacó el móvil y llamó a Juan:
—Juan, ¿cómo te llevas últimamente con Lorena, te perdona?
La voz de Juan era perezosa y tranquila, y era difícil ocultar el placer:
—Por supuesto, ella me perdonó en su corazón hace mucho tiempo, y era sólo cuestión de tiempo que nos volviéramos a casar, y fue muy bien entre nosotros.
Ella tomó el dinero, seguramente sabiendo su sinceridad, y acumuló la emoción en su corazón.
Alberto creía que no era como lo que dijo Juan.
Hizo una paus