Lunes en la mañana
Danielle estaba sentada en el piso del baño frente a la taza sanitaria, las náuseas la habían sacado de la cama y no parecía que fueran a remitir. Sentía, aunque sabía que era una exageración, tener ese pensamiento, que botaba pedacito a pedacito los órganos internos, ya no tenía que vomitar, hasta las bilis las había sacado hacía media hora. Solo podía agradecer, que Maximilian se había ido a trabajar a la empresa, así no tenía que preocuparse por él estando por allí, si no el estrés acabaría con ella ese día.
—Por favor, sé bueno y déjame terminar bien mi día —murmuró Danielle llevando una mano a su vientre.
Un teléfono sonó en la distancia, en alguna parte de la habitación, y Danielle dio un quejido lastimero, porque no tenía deseos de pararse del piso y menos de responder una llamada. Ella hubiese querido tener a su lado a sus padres toda la vida, pero en momentos como ahora, lloraba por no poder tener el apoyo de ellos.
—Danielle, cariño, estaré fuera de compra