—¡Espera, plañí!¡Por favor, no corras así que me haces daño!— rogaba su hermana menor mientras era llevada casi a rastras por el sendero de árboles que atravesaba el bosque.
Pero ella no podía detenerseni ir más lento. Tenía que darse prisa y sacarla de allí cuanto antes. Tenía que ser rápida y llegar hasta el carromato de Beltrán si quería que todo saliera a la perfección.
Por eso estaba corriendo con Lorette de la mano. Ignorando sus ruegos. Debía hacerlo, tenía que hacerlo, solo así ella se casaría con quien realmente debía y no con ese payo imbécil.
«La luna, jamás puede ser del toro. Pensar lo contrario solo da muestra de que no saben nada.»
Repitió muchas veces en su mente. Era un pensamiento tan obsesivo que podía jurar que había tomado forma física y corría a su lado, guiandola por un camino que ella no estaba segura de reconocer.
«Las hijas de la luna, solo deben casarse con hombres de mayor valía que un estúpido payo como ese. Lorette se merece algo mejor, alguien que r