—¡Imposible mantener la calma con tamañas ofensas!— se quejó Lawrence por enésima vez.—¡Imposible!
Lorette por su parte, lo dejó ser. Observando el hermoso paisaje de las rosas silvestres que crecían sin guías en el viejo y olvidado jardín, dejó que él hablara todo lo que necesitase y descargase sus pulmones de todo el odio que lo envenenaba.«Si lo pensamos bien, motivos tiene para despotricar de esta manera. Si lo pienso mejor, hasta yo tengo motivos para estar ofendida. Pero, no vale la pena que yo gaste nervios en tonterías…»Reconoció con calma mientras se dejaba abrazar por el dulce y embriagador perfume de las flores primaverales. La noche era espléndida y lo habría sido aun más si hubieran podido estar a solas.Pero ni siquiera eso podía quitarle la sonrisa. A fin de cuentas, ella ya estaba en un lugar mucho más seguro que en el campamento gitano. Además, ya tendrían muchas otras oportunidades pa