CAPÍTULO 11

El trayecto continuó, acompañados por el tráfico interminable y el timbre del teléfono de Alejandro, que no dejaba de sonar. Casi siempre era Diana, su asistente. Valentina frunció el ceño. ¿Tanto trabajo tenía este hombre… y aun así fue al hospital? Algo en todo aquello no encajaba.

No necesitaba su atención. Ya no. Alejandro tenía todo lo que había querido, incluso cuando jugaba con Camila. No era tan fácil para Valentina renunciar al apellido Herrera; no por dinero, no… nunca había sido por eso. Aunque saliera de esa casa, no se quedaría sin nada. Aún tenía lo que sus padres le habían dejado: una herencia suficiente, la casa de sus abuelos bien conservada y el negocio familiar que podía retomar cuando quisiera.

No, ella no necesitaba su compasión. Lo único que quería era que Alejandro y Camil

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