Tenía que admitirlo. Me encantaba tener vestidos para escoger. Tener ropa para todo el año.
Antes tenía un pequeño armario, del tamaño de una puerta de odontología. Y era principalmente, ropa de oficina, ya que era el lugar que consumía mi día, mi energía y felicidad. No extraño para nada ese trabajo ni a mis compañeros. Recuerdo el vestido que usé para la boda de Kira, era el único que tenía para esa clase de ocasión. Estaba algo viejo, pero cumplía su función.
Y fue ese mismo vestido que me llevó a caer en las garras de Derek.
Si no me hubiese desmayado ese día, no habría logrado tomarme como esposa. Tal vez nunca hubiera ocurrido o se retrasaría.
Me puse unos tacones negros con los dedos al descubierto, un vestido del mismo color sin mangas, era ajustado, se ceñía a mis caderas y me llegaba por