Necesitaba quitar de la ecuación a los posibles amantes que se estaba inventando él solo en su cabecita loca.
―Yo sola. Mejor sola que mal acompañada ―Le eché una mirada de arriba abajo, dándole a entender que él estaba incluido en la lista.
―Mentirosa ―Su sonrisa era peligrosa y no mostraba humor, al contrario, era una amenaza―. Eras pobre, casi una mendiga, ¿se te olvida?
Salí del coche, dispuesta hacerle frente. Él me mantuvo la mirada sin inmutarse.
―¿Te crees muy gracioso burlándote de mí por ser pobre? ―Le enterré la uña en el pecho―. ¿Qué quieres escuchar? ¿Quieres que te diga que salí a cenar con otros hombres? ¿Qué tuve sexo con ellos? ¿Que he estado en relaciones? No importa lo que carajos diga ―grité. Mis manos manoteaban el aire―. No tienes derecho a reclamarme por lo que haya hecho en el pas