Elisa se asustó, se alejó enseguida, y salió de ahí.
Al llegar a su alcoba, llevaba aún esa tarjeta de crédito en sus manos; la dejó sobre la mesa.
Se sentó al borde de la cama, pensativa.
No entendía por qué ese hombre actuaba así.
«No me gusta la forma en que me siento frente a èl, ¿Qué me pasa? Debo tener cuidado. Necesito saber, ¿Quién eres Leander Moctezuma?», pensó.
Al día siguiente.
Elisa casi no pudo dormir. Se levantó y preparó el desayuno, observó al hombre salir de su habitación.
Leander siguió el olor a buen café, mirò a la mujer, quien le señaló que el desayuno estaba listo.
—¿Tú lo has hecho?
—Sì.
Leander le mirò extrañado, se sentó a comer.
Bebió el delicioso café, pero se negó a elogiarla. No era un hombre que gustara de esas cosas. Sin embargo, esta vez quería decirlo.
Se mantuvo callado por un buen tiempo.
—¿Y será una cena de millonarios?
Él alzó la vista y sonriò.
—Algo así, no estaremos mucho tiempo, debo hacer acto de presencia, eso es todo.
—Bien. Debo ir de com